Para cerrar nuestra serie de artículos en torno a la privatización del agua, abordaremos una tercera forma de privatización no tan evidente: la apropiación de agua para procesos de producción o fabricación de bienes, o de suministro de servicios. Esto se relaciona con el concepto de huella hídrica y con cómo se calcula ésta. La subsistencia de todo ser vivo afecta a los ecosistemas, y en el caso de los seres humanos, con una intensidad tal que los desequilibra. Nuestro modelo hiperconsumista es insostenible… también en términos de agua.
La huella hídrica se podría definir como una medida de la apropiación humana de agua dulce. De este modo, podemos medir la huella hídrica de un bien o servicio como el agua apropiada en el proceso de producción del mismo. Y si vamos más allá, podemos calcular la huella hídrica de una persona, colectivo, comunidad o población en un determinado periodo de tiempo, a través de la huella hídrica de los productos consumidos en ese periodo de tiempo.
Pero… ¿cómo se calcula todo esto?
Nos vamos a valer de una pequeña amiga para explicarlo. Si vas a tu cocina probablemente encuentres una manzana, una de unos 150 gramos. Supongamos que empiezas a comerla mientras lees este artículo (te recomendamos que lo hagas, la fruta es muy sana) ¿De qué cantidad de agua te estás apropiando? De una primera pensada, podríamos contar el agua que entrará en tu organismo: unos 120ml (el 80% de una manzana es agua). Nada más lejos de la realidad, pues no se trata del agua que hay en la manzana, sino del agua que se retiró de los ecosistemas para que esa manzana pudiera existir y llegar hasta ti.
Entonces, ¿es toda el agua que se usó para regar ese manzano? Algo nos hemos acercado. Una parte de la huella hídrica es el agua que se incorpora directamente en el proceso de producción. Ésta se denomina ‘agua azul’. Si hablamos de otros productos, aquí contaríamos también, por ejemplo, agua incorporada al producto directamente; o la empleada para calentar o enfriar líquidos. De todo el agua con que se regó el manzano, se podría decir que unos 20 litros de agua corresponderían a nuestra manzana.
Pero hay mucho más que contar. El manzano no podría haber sobrevivido sólo con el riego. Tuvo que absorber agua del subsuelo, y luego evaporarla, transpirarla o incorporarla a la manzana. Es agua que tendrá que ser repuesta por las lluvias y, si había muchos manzanos junto al nuestro, el agua tardará mucho más en llegar a los ríos y lagos por escorrentía o filtración, porque tendrá que empapar todo el suelo que fue parcialmente desecado. Nuestra manzana es así responsable del uso de 85 litros más -y ya van 105 litros-. Esto es lo que se llama el ‘agua verde’.
Pero aún hay más. Dependiendo del manejo agrario asociado al manzano, se habrán usado unas sustancias u otras como fertilizantes, pesticidas, etc. Si el manejo ha sido mas tradicional o ecológico, se habrán usado sustancias inocuas o muy poco contaminantes, mientras que si se ha manejado con técnicas intensivas, se habrán usado muchos herbicidas, fertilizantes y otros productos fitosanitarios. Esos tóxicos son incorporados al suelo, y tarde o temprano incorporados a fuentes subterráneas de agua, rios o lagos, por filtración y escorrentía. Pues bien, el agua necesaria para diluir esos tóxicos hasta niveles estandar de calidad, es lo que se llama ‘agua gris’. Los tóxicos empleados para cultivar nuestra manzana requeriran otros 20 litros para ser diluidos. La huella hídrica total de la manzana es de 125 litros. Considerando otros procesos industriales, también se contarían como agua gris los vertidos directamente arrojados a fuentes de agua.
Consideraciones sobre la huella hídrica.
Se puede argumentar que definir la huella hídrica como medida de apropiación humana es algo inexacto, sobre todo por la componente de agua verde: si el manzano no hubiera existido, otra vegetación hubiera absorbido y evaporado agua del suelo. ¿deberíamos restar a esta componente el agua evaporada por la vegetación autóctona? ¿cuál es la vegetación autóctona de cada sitio? Esto es controvertido de tratar. Por otro lado, si hablamos de agua gris, ¿qué son estándares de calidad, aquellos en los que el agua es apta para consumo humano? ¿o aquellos que permiten la vida de los ecosistemas? ¿qué ecosistemas?
A estas dudas responderemos con lo siguiente: la huella hídrica es una medida técnica que se refiere cuánta agua es manipulada como consecuencia de la intervención humana. No aborda, per se, el debate de si esta apropiación es legítima o no.
Sin embargo, hay observaciones que nos servirán de punto de partida. La más básica, el hecho de que los procesos de producción y fabricación implican una apropiación de agua. Volviendo a nuestra manzana, sorprende que la componente más grande de su huella hídrica sea el agua de lluvia que el manzano extrajo del subsuelo. Y es que si tomamos el periodo que abarca de 1996 a 2015, encontramos que la huella hídrica total mundial fue de 9087 billones de metros cúbicos por año, siendo un 74% agua verde, un 11% azul, y un 15% gris. De la cifra total, 8451 litros (un 93%) correspondieron a procesos agrarios, bien con un fin de producción directa o bien como parte del proceso de fabricación de productos o servicios más complejos.
En consecuencia, la agricultura intensiva multiplica la manipulación y la apropiación humana de agua, e implica una alteración muy significativa de sus ciclos. Y aunque es difícil saber en que medida, modifica la distribución de agua en la naturaleza: cuánta agua esta en acuíferos subterráneos, cuánta en ríos y lagos, y cuánta evaporada en la atmósfera. Las consecuencias asociadas a esto no son fáciles de determinar, aunque se puede presuponer que són de gran magnitud.
Privatización sutilmente encubierta
La apropiación en sí tampoco tiene por que ser algo negativo. Todas las especies se apropian de agua como parte del equilibrio ecosistémico. Sin embargo, la especie humana es la única que lleva esta apropiación más allá de sus necesidades, entrando en los términos del lucro. Esta subversión del ciclo natural sometiéndolo a las lógicas de los mercados constituye, de facto, una privatización de recursos hídricos que no se percibe a primera vista.
Las medidas de huella hídrica de cada producto son variables dependiendo de cómo son los procesos de producción, del lugar, de la proximidad a las fuentes de agua, etc. Pero existen medias que nos pueden ser indicativas. Así, por ejemplo, producir una hoja de papel A4 podría suponer la apropiación de unos 10 litros de agua. Una taza de café puede llegar a los 140 litros y unos zapatos de piel hasta los 8000 litros. Un kilogramo de carne de vacuno alcanzaría 15.000 litros. Y por último, una medida recurrente: el envase de PET que contiene 1,5 litros de agua embotellada precisa de 8 litros para ser producido.
El debate de ‘qué productos es ético producir o consumir y cuales no’, o de ‘cuáles justifican apropiaciones tan desmesuradas de agua’ es complejo, tanto como el de ‘cuales son los niveles de consumo sostenibles’. Pero desde luego, la apropiación de agua que muchas multinacionales y empresas privadas llevan a cabo para mantener nuestros niveles de hiperdesarrollismo e hiperconsumo no es de recibo. Además, supone una privatización de fuentes de agua encubierta, y a un coste monetario en ocasiones nulo o totalmente en discordancia con su coste ecológico y social -sin que la solución sea el pago de cuotas por abusos del medio natural-. No podemos permitir que el lucro de las élites económicas ponga en peligro nuestra propia vida y la de muchas especies que habitan el planeta. Volvemos a una máxima del decrecimiento: tenemos que reducir drásticamente nuestros niveles de consumo, y tenemos que empezar a hacerlo ya.
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